Rojo intenso, origen nativo y una historia cargada de significado. Es mucho más que un árbol ornamental: es un emblema natural y cultural profundamente ligado a la identidad argentina.
Originario de América del Sur, en nuestro país es característico de los bosques en galería del Litoral y crece a orillas del Paraná y del Río de la Plata, así como en zonas cercanas a ríos, lagunas y ambientes húmedos. Su presencia define el paisaje ribereño y refuerza el vínculo entre naturaleza y territorio.

Desde el punto de vista botánico, pertenece al género Erythrina, cuyo nombre proviene del griego erythros (“rojo”), en clara referencia al color de sus flores. La especie Erythrina crista-galli alude a la forma de la flor, similar a la cresta de un gallo. El ceibo alcanza entre 6 y 10 metros de altura, con un tronco tortuoso y una corteza pardo grisácea, gruesa y profundamente rugosa. Su madera es muy blanda y liviana, utilizada para objetos de poco peso.
La floración se extiende de octubre a abril y constituye su rasgo más distintivo: inflorescencias arracimadas de un rojo aterciopelado que destacan en el entorno. Por su gran valor ornamental y simbólico, el ceibo es frecuente en plazas, parques y paseos públicos, y hoy vuelve a ganar protagonismo en proyectos de paisajismo con especies nativas.

El significado del ceibo se potencia a través de la leyenda de Anahí. Según la tradición oral, la joven indígena guaraní fue capturada por los conquistadores y condenada a morir en la hoguera. En un milagro final, Anahí se transformó en árbol, y al amanecer surgió un ceibo cubierto de flores rojas, símbolo de valentía y resistencia.
El 22 de diciembre de 1942, la flor del ceibo fue declarada Flor Nacional Argentina, consagrando a esta especie como una expresión viva de memoria, identidad y fortaleza.

